Milton Castellano (Cuesta Duarte): “El movimiento sindical está comprometido a ser un actor fundamental en el proceso de cambios y avances del Uruguay”
Milton

El director del Instituto Cuesta Duarte (ICUDU), Milton Castellano, afirmó que los cinco años de la administración de Luis Lacalle Pou fueron “difíciles” y que “la actitud decidida” de lucha del movimiento sindical permitió que la situación no fuera aún peor. “Han sido cinco años en los que estuvimos a la defensiva, sin avanzar ni mejorar las condiciones de vida”. Durante este período, sostuvo, “hubo una importante falta de crecimiento económico, precarización laboral, caída de salarios y recortes en derechos”, factores que “impiden que un país mejore sus condiciones”. No obstante, Castellano expresó expectativas positivas ante el cambio de gobierno, confiando en que Uruguay pueda retomar una senda de crecimiento, desarrollo y mejora en la calidad de vida.

 

 

En una entrevista concedida al Portal del PIT-CNT, el director del ICUDU efectuó una reseña crítica sobre los años recientes y abordó los desafíos que se avecinan para el nuevo tiempo que se iniciará en marzo de 2025. En ese marco, enfatizó la importancia de que Uruguay se “reconstruya y avance” mediante un “conjunto de voluntades progresistas y de transformación”. Afirmó que el bloque social y político de los cambios -del cual el movimiento sindical forma parte “inalienable”- deberá jugar un rol fundamental. Subrayó que, “gracias a su independencia, desarrollo y autonomía”, el movimiento sindical está en condiciones de “apoyar, fomentar e impulsar” acciones que permitan al país iniciar “un nuevo ciclo de progreso y transformaciones positivas”.

Castellano remarcó que el movimiento sindical “está comprometido a ser un actor clave en este proceso de cambio”, destacando su relevancia como la organización social más importante del país. “Uruguay y el movimiento sindical deben construir acuerdos programáticos no sólo con el gobierno, sino también con otras organizaciones sociales y políticas. Es fundamental trabajar en la mejora de la seguridad, la lucha contra la pobreza infantil, el desarrollo productivo, la generación de empleo de calidad y el aumento de los salarios”, indicó.

¿Cómo observa este período de transición con el cierre del gobierno de coalición y la perspectiva de lo que vendrá?

-El año 2024 marca el cierre de un ciclo de administración gubernamental que ha estado signado por complejidades y dificultades. Hubo una mezcla de desafíos, tanto propios de la gestión como externos, entre ellos la pandemia. Cuando Luis Lacalle Pou asumió el 1º de marzo de 2020, veníamos de 15 años de gobiernos progresistas que lograron algo excepcional en la historia del Uruguay: tres lustros de crecimiento sostenido del salario, mejoras en los ingresos de los sectores más vulnerables y una etapa de reformas laborales, quizás la más significativa en la historia del país. Estas reformas sólo pueden compararse con hitos como la Ley de las 8 Horas de 1915 o los Consejos de Salarios de 1943.

Durante los 15 años de gobierno del Frente Amplio, de 2005 a 2020, se lograron avances significativos en materia de negociación colectiva, Consejos de Salarios y libertades sindicales. Fue un período marcado por una agenda de derechos sin precedentes en Uruguay: derechos para las mujeres, para las diversidades y para las minorías. Aunque no estuvo exento de marchas y contramarchas, predominó una tendencia sostenida hacia el progreso en la estructura social del país. Ejemplos de ello son hitos como la implementación de la ley de 8 horas para los trabajadores del sector rural.

Con esta administración nos encontramos ante un cambio significativo, en parte derivado de la pandemia, pero también resultado de un proceso que se extendió a lo largo de varios años. Durante este período, experimentamos una caída del salario real que no se veía desde hacía casi 17 o 18 años, afectando gravemente a los sectores sociales más vulnerables. La desigualdad avanzó y la pobreza aumentó, lo que refleja un proceso en el que se profundizaron las brechas sociales.

Otro aspecto muy negativo que enfrentamos durante este período fue la pérdida de calidad en el empleo. Aunque las cifras generales pueden no reflejar de inmediato, lo cierto es que hoy el empleo en Uruguay es mucho más precario que hace dos, tres o incluso siete años. Se trata de un empleo marcado por la informalidad, la baja calidad y la falta de estabilidad.

Esta realidad está directamente vinculada a un estancamiento económico que ha persistido durante años, generando estos problemas estructurales. Uruguay no ha experimentado un crecimiento sostenido, y cuando lo ha hecho, ha sido a tasas marginales, en torno al 1%. En este escenario sin crecimiento, de retroceso, en los que es muy difícil mantener las políticas públicas, se le suman los cambios en la educación y la no resolución de los temas en seguridad ciudadana. Esto no significa que todos los uruguayos hayan pasado por dificultades; hubo sectores que lograron crecer. Es el caso de los llamados “malla oro”, aquellos que se beneficiaron significativamente de las políticas económicas aplicadas en este período.

Fueron cinco años en los que el movimiento sindical se vio obligado a impulsar dos convocatorias populares: una contra la Ley de Urgente Consideración (LUC) y otra relacionada con la reforma de la seguridad social.

En estos últimos cinco años, nos enfrentamos a la otra cara de la moneda: tuvimos que enfocarnos en defender lo conquistado, desarrollando políticas defensivas en lugar de iniciativas de progreso, desarrollo y avance social. Sin duda, han sido años complejos y desafiantes.

-Desde el movimiento sindical se ha cuestionado la actitud del gobierno hacia los sindicatos y trabajadores en general, de cierta sospecha y poca sensibilidad social, incluso con algunos episodios recordados cuando autoridades ministeriales realizaron conferencias de prensa para poner en tela de juicio el trabajo honorario de mucha gente de las ollas y merenderos. ¿Fue complejo el relacionamiento en términos de construcción de confianza y el reconocimiento de los roles que cada actor desempeña en la sociedad?

-Hubo bastante de eso. Sin embargo, gracias a la acción y fortaleza acumuladas por el movimiento sindical durante décadas, no pudieron implementar todo lo que hubieran aspirado en materia de recortes a los derechos sociales y laborales. Por ejemplo, aunque se produjo una pérdida de salario real, el movimiento sindical logró ingeniarse para que, en la última etapa, comenzara una recuperación parcial de lo perdido.

Fueron años complejos y difíciles, pero la actitud decidida de lucha del movimiento sindical permitió que la situación no fuera aún más negativa. En circunstancias como estas, uno tiende a evaluar el medio vaso lleno y el medio vaso vacío. Destaco, sin duda, la resistencia y la capacidad de pelea del movimiento sindical.

Estos fueron años en los que estuvimos en una posición defensiva, dedicados a proteger lo conquistado en lugar de avanzar hacia nuevas metas o utopías, como la de vivir mejor. Para la sociedad uruguaya, no diría que fueron años perdidos, pero sí de estancamiento, en los que no se pudo avanzar ni crecer. Si en cinco años se precariza el empleo, se debe luchar contra la rebaja salarial, y se enfrentan leyes regresivas como la de seguridad social o la LUC, todo se convierte en un ejercicio de defensa.

En ámbitos como la educación, con la participación y los derechos docentes bajo ataque, también predominó esta postura defensiva. Aspiro a una sociedad en la que no tengamos que estar constantemente a la defensiva, sino que podamos enfocarnos en mejorar y avanzar en la calidad de vida. Porque con precariedad laboral, caída salarial y recortes en derechos, el crecimiento es simplemente imposible.

-¿Hay una expectativa diferente hacia el período que se avecina? ¿Se percibe un “cambio de aire” o una nueva expectativa en el horizonte?

-Sin duda, creo que tenemos una expectativa creciente y positiva respecto al cambio de administración. Confiamos en que este gobierno pueda retomar una senda de crecimiento y desarrollo, lo que nos permitirá enfocarnos nuevamente en el avance del país, en el crecimiento y en la mejora de la calidad de vida, en lugar de estar constantemente a la defensiva frente a situaciones adversas.

Espero que este gobierno, con una matriz progresista, impulse políticas activas que permitan avanzar y marcar un cambio de rumbo. Aspiro a que Uruguay vuelva a crecer, a diversificar su producción, a mejorar los salarios, especialmente los de los sectores más vulnerables, y a elevar la calidad del empleo. También es fundamental avanzar en áreas clave como la educación. Tengo grandes expectativas de que este gobierno pueda liderar un nuevo ciclo de progreso y transformaciones positivas. Creo que es imprescindible que Uruguay se reafirme y avance en lo que llamamos el bloque social y político de los cambios, un conjunto de voluntades progresistas. El movimiento sindical es una parte inalienable de este bloque, aunque eso no significa sometimiento ni alineación automática con las directrices del gobierno. Al contrario, desde nuestra independencia, desarrollo y autonomía, podemos apoyar, fomentar e impulsar acciones para que el país inicie este nuevo ciclo de transformaciones.

Si en el pasado tuvimos un ciclo de 15 años de avances, estoy convencido de que es posible empezar otro ciclo con igual o mayor impacto positivo. Por eso, tenemos una enorme expectativa respecto a este gobierno, especialmente sobre lo que planteará el presidente el 1º de marzo en su alocución en la Asamblea General. Confiamos en que sus lineamientos incluyan señales de identidad y puntos de coincidencia con nuestras propuestas, como el desafío del nuevo Presupuesto Nacional, la próxima ronda de los Consejos de Salarios y las pautas económicas.

El movimiento sindical debe estar preparado para contribuir a un modelo de desarrollo que genere mayor bienestar para todos. Uruguay necesita crecer, diversificarse y avanzar. Vemos con buenos ojos la formación del nuevo gobierno, en el que, además, algunas de sus figuras principales tienen una historia vinculada a nuestra organización. Por ejemplo, en el Ministerio de Trabajo, tanto el ministro designado como su equipo provienen de nuestras filas, y sabemos que están comprometidos con el bienestar de todos los uruguayos. Es importante aclarar que su presencia no significa un desequilibrio en la balanza, como algunos empresarios han insinuado fuera de tono. Estos compañeros han demostrado ser personas probadas y con experiencia, y su objetivo será garantizar el bienestar de toda la sociedad, no de un sector en particular. Por todo esto, mantenemos grandes expectativas y estamos dispuestos a contribuir para que éstas se conviertan en realidades que beneficien a todo el país.

¿Por dónde pasan las acciones para construir una sociedad mejor?

El movimiento sindical está comprometido a ser un actor fundamental en el proceso de transformaciones, cambio y avance en Uruguay. Somos la organización social más importante del país, y, por tanto, tenemos una gran responsabilidad. Uruguay y el movimiento sindical deben trabajar juntos para construir acuerdos programáticos. Quizás no en todos los temas, pero sí en algunos puntos clave, buscando la colaboración con el gobierno y con otras organizaciones sociales y políticas. Existen desafíos comunes que requieren acuerdos, como la seguridad, la pobreza infantil, el desarrollo productivo, los salarios y el empleo. Estos son temas fundamentales para el futuro de Uruguay, y estoy convencido de que el movimiento sindical puede y debe desempeñar un papel activo en la construcción de esos acuerdos. No se trata de pactos ni de imponer nuestra visión, sino de buscar la convergencia entre diversos sectores políticos y sociales en un esfuerzo colectivo.

Siempre he sido reacio a la pereza intelectual o la comodidad de observar los procesos desde un balcón. Me resisto a la actitud de espectador, aplaudiendo lo que me gusta y criticando lo que está mal sin involucrarme. Yo prefiero bajar al terreno, embarrarme y luchar por los cambios, aunque eso signifique salir de la comodidad de estar desde afuera observando la situación. No siempre será con todas mis fuerzas o mis ideas, pero sí con el compromiso de aportar a la construcción de acuerdos. En este sentido, creo que estamos ante una etapa que debería ser de avance, de procesos y de acuerdos sobre un programa común mínimo, para que Uruguay pueda comenzar a crecer y desarrollarse.

-En mayo de este año también se desarrollará el Congreso del PIT-CNT, una instancia de mucha importancia y significativa para el movimiento sindical.

-Le doy mucha importancia al Congreso del PIT-CNT, que se llevará a cabo a mediados de mayo. Me imagino que, entre los anuncios que pueda hacer el gobierno el 1º de marzo, los acuerdos que podamos lograr con organizaciones sociales, y las resoluciones programáticas que se definan en el Congreso, todo esto debería funcionar de manera armonizada, como una sinfonía. Deberíamos ser capaces de acordar sobre cinco o seis áreas clave y hacer que Uruguay comience el 2025 con amplios sectores sociales, políticos y económicos comprometidos a avanzar en temas estratégicos para el país. El objetivo no es transformar Uruguay sólo por cuatro o cinco años, sino sentar las bases de cambios estructurales que perduren 10, 15, 20 años. Para lograrlo, es fundamental que el movimiento sindical mantenga una actitud abierta, buscando acuerdos, siendo receptivo, aportando ideas y propuestas, e involucrándose activamente. Esto implica asumir riesgos y comprometerse con las actividades. Para alcanzar este objetivo, necesitamos un movimiento sindical mucho más fuerte de lo que tenemos hoy. La crisis económica, la falta de crecimiento, el desmantelamiento de sectores industriales, los avances tecnológicos y las nuevas formas de organización del trabajo han debilitado al movimiento sindical en sus estructuras. Aunque su peso en la opinión pública sigue siendo importante, las bases estructurales están débiles, y esto ha sido así durante los últimos ocho o diez años. El movimiento sindical tiene que fortalecerse, crecer y consolidarse. Está claro que, para fortalecerse el país también debe crecer. Nadie puede prosperar en la miseria. El dicho “cuanto peor, mejor” no funciona. Cuanto más débil esté el movimiento sindical, menos capacidad tendrá para desarrollarse. A veces se dice que a la izquierda le hacen paros pero a la derecha no, es un es solamente un reflejo de las circunstancias: cuando uno está a la defensiva porque lo atacan constantemente, sus capacidades de respuesta no son las mismas que cuando tiene viento a favor. No es lo mismo luchar por más derechos en un escenario de crecimiento y desarrollo que hacerlo en una situación adversa. Cuando un trabajador está perdiendo salario y calidad en el empleo, su capacidad de lucha disminuye. Por eso, a los gobiernos progresistas siempre les reclamo más, porque, desde mi identidad y mis principios, les exijo a aquellos que más pueden dar. Los gobiernos progresistas, por su sensibilidad social, deberían ser más generosos en sus políticas.

Asimismo, el movimiento sindical debe crecer, debe llevar a cabo una campaña de afiliación importante. El 1º de mayo debe ser un paso en esa dirección, al igual que el Congreso. También debe haber una política de fortalecimiento de organizaciones sindicales en sectores emergentes, como los servicios, el comercio, la logística y la tecnología. Además, el movimiento sindical debe abrir sus puertas a los trabajadores cuentapropistas, ya que hoy en día existen nuevas formas de relación laboral que el sindicalismo aún tiene dificultades para incorporar.

-Actualmente, se están llevando a cabo proyectos con técnicos del Cuesta Duarte que buscan incorporar a trabajadoras de ferias, a disidencias, a cuentapropistas, a costureras y tejedoras, y a personas dedicadas al reciclaje. Son cientos que se están integrando poco a poco, a través de un enfoque de formación y capacitación, pero están comenzando a ser acercados al movimiento sindical, especialmente a aquellos que antes no estaban organizados.

Sí, sin duda. Es un proceso que requiere mucho tiempo y esfuerzo; no es sencillo. Sin embargo, también se dan en estas situaciones nuevas formas de organización del trabajo. Por ejemplo, en el sector del transporte, hoy existen nuevas modalidades de relación laboral, como el caso más conocido de Uber. Estos trabajadores no cuentan con Consejos de Salario ni laudos, y por lo tanto, no tienen una organización sindical, lo que los excluye de la participación en la misma. En las empresas estatales, además, algunos trabajadores son tercerizados; algunos sindicatos los incorporan, otros no. Por esto, el PIT-CNT debe abrir sus puertas a este nuevo mundo laboral, que incluye tanto a trabajadores en condiciones de precariedad e informalidad, como a aquellos con mayor formación, como los que están en nuevas tecnologías o realizan teletrabajo desde sus hogares. El movimiento sindical tiene que dar respuestas, debe crecer, desarrollarse y avanzar en esa dirección.

Es crucial que sigamos construyendo grandes federaciones y sindicatos. Además, cuando hay debilidades sindicales, como las que observamos hoy en comparación con otros años, también se generan importantes asimetrías entre sindicatos, con algunos muy grandes y otros muy pequeños. Estas asimetrías no benefician al movimiento sindical. Debe existir un equilibrio. No puede haber sindicatos enormemente grandes que no contemplen a los más pequeños, ya que esto puede generar situaciones de avasallamiento, y viceversa, si los más pequeños no sienten que su voz es escuchada. Todo esto también es algo que debe ser abordado.

-El Instituto Cuesta Duarte, afrontará la partida de algunos técnicos que asumirán responsabilidades parlamentarias o en áreas de gestión de gobierno. A su vez, el movimiento sindical también está viviendo un proceso de recambio en su dirigencia. Este fenómeno es relevante de cara al próximo Congreso. ¿Cómo ve este proceso de recambio?

-Los problemas de crecimiento y renovación generacional se dan en todas las organizaciones sociales y políticas. El Instituto Cuesta Duarte, por ejemplo, verá la salida de varios técnicos, algunos de los cuales podrían asumir nuevas responsabilidades. También habrá dirigentes sindicales que dejarán sus cargos, ya sea por razones biológicas o por otras responsabilidades. Esto genera dificultades en términos de reconocimiento y continuidad. El movimiento sindical, quizás, enfrenta una complejidad mayor en comparación con otras organizaciones. Por ejemplo, en una organización barrial, en un club de fútbol de barrio o en una agrupación política, simplemente se puede identificar a la persona más capaz y elegirla para ocupar un nuevo rol. Sin embargo, en el movimiento sindical, a la hora de elegir, no sólo se tiene en cuenta la capacidad. También influyen otros factores, como la unión de un conjunto de valores, el liderazgo, la capacidad de mando, la simpatía, el estudio, la sensibilidad, entre muchos otros aspectos. Todo esto forma parte de la democracia sindical. Además, en el movimiento sindical, todo dirigente está expuesto, cada dos o tres años, a pasar por elecciones y renovar las direcciones. Es una situación más compleja, pero no nos quejarnos de la historia del movimiento sindical. Esa dinámica le permite transparencia y honestidad.

El movimiento sindical está entrando en un proceso de recambio generacional. Desde la unidad del movimiento sindical, que comenzó a principios de la década de 1960, hasta la fecha, estamos ingresando en la sexta generación. Hasta la cuarta generación, o incluso un poco más, tuvimos una ventaja: conocíamos a la primera, la segunda y la tercera generación. Yo me considero parte de la cuarta. Ahora estamos viendo lo que viene con la quinta generación, que ya no conoció a la primera. Para muchos, los referentes de esa primera generación fueron fundamentales, como los fundadores del movimiento sindical. Esto es algo similar a lo que ocurrió cuando el país empezó a perder generaciones, como sucedió con la generación del artiguismo. Esos son los desafíos que enfrenta el movimiento sindical: ir perdiendo conexiones con generaciones pasadas y adaptarse a las nuevas realidades.

En resumen, hemos atravesado años complejos, en los que nuestra principal tarea fue defender derechos y situaciones ya alcanzadas. Hoy, en cambio, hay una gran expectativa de cambio. Creo que el movimiento sindical debe involucrarse, comprometerse con el proceso, lo cual no implica renunciar a su autonomía e independencia, sino participar activamente en propuestas y coincidir en cuatro o cinco aspectos centrales. Además, es fundamental fortalecer y desarrollar el movimiento sindical para poder hacer frente a los desafíos que se nos presentan.

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